La ballena azul es el animal más grande del planeta con sus 30 metros de longitud y hasta 180 toneladas de peso. Sin embargo, quedan muchos misterios por resolver sobre sus vidas. Uno de estos es como se coordinan cada año para volver a la bahía de Monterrey a alimentarse del pequeño crustáceo llamado krill.
Investigadores del MBARI (Monterey Bay Aquarium Research Institute) encontraron una pista que les permitiría resolver esta incógnita: estas comenzaban a cantar cuando el viento cambiaba.
La pista era contundente. El secreto estaba en el viento. Las ballenas se estaban comunicando entre sí para señalar en donde se encontraba el alimento. Y es que durante la primavera y el verano se vive el fenómeno de la surgencia costera, un proceso en donde los vientos estacionales empujan las capas superficiales de agua en el mar permitiendo que las aguas frías ricas en nutrientes lleguen a la superficie. Dando paso al afloramiento de pequeñas microalgas que sustentarán una rica trama trófica en la Bahía de Monterrey que va desde pequeños crustáceos como el krill hasta las grandes ballenas azules.
Las ballenas conocen este secreto y llegan a comer en la época apropiada a alimentarse de las grandes agregaciones de krill que se forman en la bahía. Al amainar los vientos, abandonan la bahía. Lamentablemente en su ruta corren el riesgo de chocar con distintas embarcaciones.
“Esta investigación y sus tecnologías subyacentes están abriendo nuevas ventanas a la compleja y hermosa ecología de estas ballenas en peligro de extinción”, dijo John Ryan, oceanógrafo biológico en MBARI y autor principal de este estudio.
Un micrófono submarino, un hidrófono, forma parte de las tecnologías usadas por el observatorio submarino del MBARI. No se trata de un simple micrófono: además de grabar el sonido identifica su lugar de origen. Gracias a este equipo los investigadores pudieron examinar dos años de seguimiento acústico de la población de ballenas azules de esa región.
Explica Ryan: “El trabajo anterior del equipo de MBARI encontró que cuando el afloramiento costero era más fuerte, las anchoas y el krill formaban densos enjambres dentro de las columnas de afloramiento. Ahora, hemos aprendido que las ballenas azules rastrean estas plumas, donde hay abundantes recursos alimenticios disponibles”.
Así las ballenas estarían reconociendo cuando el viento cambia su hábitat, identifican los lugares donde la surgencia concentra el alimento que necesitan para sobrevivir y con sus cantos van alertando sobre esta situación para así volver a la bahía. La investigación reveló que las ballenas siguen de cerca el proceso de afloramiento en una escala espacial (kilómetros) y de tiempo (días a semanas).
Como señala William Oestreich, becario post doctorante en MBARI “La integración de tecnologías para medir los sonidos de estas ballenas permitió este importante descubrimiento sobre cómo los grupos de depredadores encuentran alimento en un océano dinámico. Estamos entusiasmados con los futuros descubrimientos que podemos hacer al escuchar a las ballenas azules y otros animales ruidosos del océano”.
Gracias a este estudio se puede avanzar en la comprensión de cómo las ballenas interactúan con el ambiente y entre sí, avanzado en su manejo y conservación. Las ballenas azules siguen en peligro principalmente por el riesgo de colisión con distintas embarcaciones. Estudios como este revelan que las ballenas ocupan regularmente un hábitat que es transitado por embarcaciones. El seguimiento acústico de ballenas puede proveer información importante en tiempo real para disminuir el riesgo colisión y proteger las rutas utilizadas por estas especies protegidas y en peligro.
Puedes encontrar el estudio completo en el siguiente enlace