Yolanda Sánchez estudió ciencias del mar en España, su país natal, para luego realizar un magíster en Didáctica de las ciencias experimentales en la Universidad Católica de Valparaíso. Durante más de 8 años, Yolanda se ha dedicado a empoderar a las comunidades locales a través del desarrollo de programas educativos en conservación marina. Actualmente, se desempeña como consultora independiente en educación marina y junto con el equipo de la Fundación Batiscafo, que ella cofundó investiga los niveles de alfabetización oceánica en Chile. Debido a su trayectoria, este año fue escogida para formar parte del programa de Líderes Oceánicos de la Universidad de Edinburgh, Escocia.

  • Sus inicios

Yoli, ¿cómo nació tu amor por el océano? 

A los 18 me fui a vivir a un lugar increíble llamado Cádiz para empezar a estudiar Ciencias del Mar. La decisión no estaba nada conectada con una pasión innata por el mar, sino más bien por lo desconocido y la aventura de vivir lejos de casa, descubriendo cosas nuevas. Muy pronto empezaron las clases y tuve una práctica de clasificación de plancton donde me encontré con una cosa llamada zoea (fantástico nombre para una de las primeras etapas de vida en la metamorfosis de un cangrejo) y, desde ese minuto, no dejé de sorprenderme con cada cosa nueva que iba descubriendo del gran azul, hasta el día de hoy. Además del despertar nerd, los paseos diarios con Watson (mejor perro del planeta) por la playa, y los baños de arena y sal, fueron también parte del comienzo de mi romance con el mar, que siempre será mi lugar favorito de paz y libertad.

¿En qué momento dijiste “la educación es clave en la conservación marina”?

Creo que todas las personas que trabajamos en temas marinos y nos gusta contar cositas que hemos vivido en algún momento de nuestra vida y ver esa cara de sorpresa de alguien que está descubriendo por primera vez alguna maravilla oceánica. En mi caso, desde la universidad empecé a contarle a mi familia y amigos lo que aprendía, y sentía que eso generaba cierta curiosidad y admiración por los secretos marinos por parte de quien me escuchaba.

Decidí empezar a contarle más cosas a más gente y me fui a trabajar al acuario de Hannover, en Alemania, donde, sin poder hablar alemán, encontraba siempre una manera de acercarme a los visitantes y compartir con ellos alguna curiosidad que los hiciese conectar con lo que veían y querer cuidarlo, promoviendo que el acuario realmente tuviera un sentido educativo, y no fuera sólo una experiencia de entretenimiento.

Después de eso me metí de lleno en programas de educación marina y ha sido una constante en mi vida descubrir que, no es que las personas no quieran cuidar el mar, si no que no les han contado los millones de maneras en las que están conectados con éste y los millones de maneras que tienen para tomar decisiones responsables.

¿Hay cultura oceánica en Chile o somos un país muy desconectado de su costa?

Las chilenas y chilenos aman su mar, lo asocian a las mejores vacaciones, a la comida más rica o a su fuente de trabajo, y lo tienen en alta estima. Sin embargo, en mis años en Chile, he podido ir viendo que se saben poquitas cosas sobre el mar. La mayor parte de esta desconexión tiene relación con la falta de integración de las ciencias del mar a la malla curricular (como pasa en muchos países), y en las mallas de formación docente, donde nadie les cuenta cosas marinas, y mucho menos contextualizadas al país, para que lo puedan usar en sus clases.

Por otro lado, en Chile el buceo es caro, el agua es fría, el mar tiene mucha fuerza, y hay miedo por experiencias con tsunamis, razones que incrementan esa desconexión con el mar al hacer muy difícil ir a indagar o pasar horas con la cabeza bajo el agua, descubriendo y aprendiendo.

Sin embargo, es genial sentarte a hablar con las comunidades costeras y escuchar sus años de experiencia junto al mar, y, sobre todo, cómo han ido viendo los cambios en cada territorio (como cuando nos cuentan que antes con pisar la arena de la orilla salían machas, o que los ¡locos que comían eran gigantes!), eso sí que es cultura oceánica. Creo que la memoria colectiva respecto al mar es clave para entender cómo han ido cambiando las cosas y pensar en qué podemos mejorar a la hora de cuidar los recursos marinos y las playas de Chile.

  • Educar para conservar

Una cosa es informar, y otra distinta es educar. Desde tu experiencia, ¿cuál es la clave para formar ciudadanos empoderados y no sólo receptores pasivos de información?

¿Recuerdas cuál fue el o la profe que marcó la diferencia en tus estudios? Cuando decidí dedicarme a la educación tenía muy claro que no quería pasar de largo en la vida de los y las estudiantes y esa pregunta fue mi inspiración. Pensé mucho en cuáles eran los mecanismos que sí enganchan y cuáles aburren, y decidí trabajar y vivir en el ensayo y error de la educación para hacerlo siempre lo mejor posible. Escuchar y entender en qué punto está tu interlocutor, qué información maneja, qué le interesa y, sobre todo, darles voz y potenciar que compartan su conocimiento, es clave para trabajar en una educación bidireccional, horizontal y contextualizada.

También creo que es clave el diseño de actividades participativas donde tengan que usar la información para tomar decisiones, dar ejemplos de cómo emplear esa información en su vida. A veces se comparte información sin parar, pero delegan en los oyentes el poder entender cómo usar esa información en su vida diaria. Creo que es importante hacer esta conexión entre información y decisión, para que los participantes realmente sientan que lo que les cuentas es útil y se sientan empoderados para usarlo.

¿Alguna vez te sentiste “fuera de lugar” por ser científica trabajando en educación?

Me sentí fuera de lugar muchas veces durante la universidad, porque no me convencían ninguno de los caminos que me contaban que había al terminar de estudiar, e incluso estuve a punto de salir de la carrera. Ojalá alguien hubiera llegado en todos esos años de incertidumbre a hablarme de la posibilidad de ser educadora y ojalá ayuden más a los estudiantes en las carreras científicas a validar la presencia de muchas y diferentes habilidades y resaltarlas, y no seguir con esa idea de que lo único que importa en ciencia es publicar artículos.

Por suerte, cuando llegué a Chile es Mar, sentí por primera vez que había encontrado mi lugar, y entendí a qué quería dedicarme: buscar herramientas para compartir información sobre el mar y promover el uso de esa información para tomar decisiones responsables que apoyen la conservación marina. Desde entonces, ando siempre con unas ganas locas de hacer mil cosas, conectando instituciones, apoyando proyectos, desarrollando e implementando ideas y buscando nuevas alternativas, y me siento muy feliz de haber encontrado mi rincón desde el que trabajar en ciencias marinas.

Lo único que me resulta difícil dentro del mundo de la ciencia es la facilidad que existe para quitarle valor a la divulgación y educación científica, siendo que es un pilar fundamental para que cada nuevo hallazgo, cada nueva decisión o cada idea, tengan una repercusión real en el mundo en el que vivimos. Tanto así, que aquellos súper científicos y científicas en Chile que dedican parte de su carrera a divulgar y educar, no tienen una valorización extra, siendo que deberían de darle mil veces más puntuación por tener esa proyección y apertura de la información.

¿Cuál ha sido tu mayor desafío siguiendo el sueño de ser educadora oceánica?

La falta de continuidad en el financiamiento de proyectos, ya sea desde la universidad, desde el gobierno, o desde las ONG. He trabajado en proyectos muy geniales, con resultados excelentes, y que, al final, se han quedado sin financiamiento.

Es más que necesario darle el espacio que le corresponde a la educación marina, y es importante validar las herramientas educativas para demostrar que, efectivamente, son uno de los aportes principales para el avance en el pensamiento crítico y la toma de decisiones responsables asociadas al mar.

Estas ideas son las que me han llevado a querer desarrollar investigación en alfabetización oceánica y en herramientas educativas, para validar y respaldar la importancia de una buena educación para la conservación marina. Por eso, desde que empecé a trabajar en esto, siempre he buscado la manera de evaluar las iniciativas donde he trabajado, y he buscado instancias para compartir los resultados con mis pares en congresos, charlas o publicaciones. Por otro lado, y con la intención de visibilizar, compartir y mejorar la educación marina en el territorio, hemos desarrollado la Red de Educación Latinoamericana para el Océano, buscando crecer y apoyarnos mutuamente.

¿Y la experiencia más linda trabajando en educación marina?

Afortunadamente, siempre siempre siempre son experiencias lindas, y siempre me hacen muy feliz. Y las pocas veces que hayan sido experiencias difíciles, las he hecho con tanto cariño, que, al cabo del tiempo, he terminado aprendiendo del proceso, lo que también me ha puesto contenta.

Recuerdo como un gran momento en mi carrera la premiación por parte de la Fundación Ciencia Joven y la UNESCO a Chile es Mar como iniciativa innovadora en educación científica. Fue un gran reconocimiento al tiempo que llevaba experimentando nuevas estrategias en educación marina para ser mejor educadora. Sentí un súper respaldo en aquel momento. Y me ha pasado lo mismo este año al ser elegida para el programa de Ocean Leaders de la Universidad de Edimburgo, que he sentido un apoyo gigante de la mano de grandes expertos que validan mi esfuerzo, mi pasión y mi entusiasmo por la educación marina.

Ahora despierto cada día pensando en la Red de Educación Latinoamericana para el Océano, un sueño que hemos hecho realidad con Celeste Kroeger y que no deja de crecer cada día más y más.

  • Lo que se viene

¿En qué consiste el programa de Líderes Oceánicos de la Universidad de Edinburgh? ¿Qué significa para tu carrera?

El programa está enfocado en acelerar las carreras de líderes en conservación marina del mundo entero y apoyarlos dándoles una voz en eventos como la Blue Monaco Initiative o considerando sus opiniones en discusiones sobre temáticas diferentes con responsables de ONG, tomadores de decisiones, etc. Además, integra un programa de coach para entender mejor los diferentes tipos de liderazgo, sus características y compartir con nosotros estrategias que nos ayudan a seguir creciendo e impulsando iniciativas.

Para mí personalmente, es un gran honor estar dentro de este grupo de 6 expertos en conservación marina. Mis compañeros y compañeras son increíbles y les admiro demasiado, y los directores del programa son geniales, nos están ayudando mucho desde muchas disciplinas asociadas al liderazgo. Por otro lado, ser parte de este programa en uno de los años más difíciles para la educación marina desde el punto de vista del financiamiento y de las actividades con escuelas y en terreno, ha supuesto un apoyo continuo a mi carrera y una inyección de energía para continuar luchando por lo que quiero hacer.

¿Dónde te ves en el futuro?

Voy a confesar que echo de menos el agua calentita de Cádiz, así que me gustaría vivir un poquito más cerca de mi playa favorita, con mis tres perritas, mi familia, mis amigos y todas esas tapitas ricas de Andalucía. Pero el futuro es incierto, y como todo cambia sin parar, no soy capaz de verme en ningún lugar en concreto, por más anhelos que tenga.

Me encantaría conseguirme una silla en esas mesas donde se habla de conservación marina y se toman decisiones, así podría poner la educación en la conversación todo el rato y que a nadie se le olvide tenerla en cuenta y darle la importancia que merece. Mientras lo consigo, lo único que tengo claro es que, ya sea desde una universidad haciendo un doctorado en educación marina, o desde una playa perdida en cualquier lugar con talleres diarios metiendo las patas al agua, seguiré inventando actividades y materiales para acercar el mar a las personas, procurando mejorar siempre, y disfrutando de las caras de sorpresa cuando les muestro una foto de la larva del pez luna.